viernes, 31 de julio de 2015

Excursión a Mesa de las Guacamayas
Janos, Chihuahua.
24, 25 y 26 de julio de 2015
Por: Elías Ramos

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- ¿y por qué no nos vas a esperar en Nuevo Casas Grandes? – Me preguntó Perla Iris.
- Voy al recorrido nocturno a los petrograbados.
- ¿Cuál recorrido nocturno?

Resulta, que habíamos hecho planes para empezar las actividades de nuestro tour por el municipio de Janos, con un recorrido nocturno hacia el Peñón del Diablo, sitio con petrograbados y una gran cantidad de morteros. El lugar es muy especial, aparte por el arte rupestre, porque allí fue masacrada la primer familia del famoso Gerónimo, chamán apache; mientras los guerreros apaches iban al poblado de Janos, dejaron a sus familias en una manantial cercano al pueblo, y mientras ellos se emborrachaban, sus familias fueron masacradas por un grupo militar sonorense a cargo del Coronel Carrasco, un 5 de marzo de 1851.

- ¡Ah no, yo quiero ir a ese recorrido nocturno también! – dijo Perla.
- Pues bájate allí en Janos, en una media hora llego – le contesté.

Perla y su hija Natalia, iban de Cd. Juárez hacia Casas Grandes en la camioneta de Leonel, un muy buen amigo. Pero él no traía intención de quedarse al recorrido nocturno, así que Perla ni tarde ni perezosa, se bajó en Janos con su mochila junto con Natalia.
A la media hora llegué y rápido me dirigí hacia la Presidencia Municipal, lugar en el que me esperaban.

 De allí fuimos a cenar, y al poco rato se bajó una ciclista de un autobús, voy hacia ella y le pregunto si viene al recorrido por Janos, me contesta que si, y la invito a que se siente con nosotros, en lo que llega el demás grupo de Juárez. Era Leslie, la chica que le puso el ejemplo a un par de princesos, se trasladó sola a Janos, un chico no fue y el otro se llevó hasta el maquillaje.
Me llama Mario Madrid, director del Departamento de Cultura y Turismo del municipio, le aviso que ya llegamos y en breve tiempo se nos une. Mario nos había ofrecido todo tipo de facilidades para el recorrido, además se ofreció a darnos algunas pláticas en puntos de interés, ya que Mario es también el cronista.

De allí nos dirigimos hace la Presidencia, para esperar al contingente de ciclista de Cd. Juárez, en especial a Rodadores del Desierto, para quienes habíamos diseñado el tour especialmente, gracias a la curiosidad de Nancy Tamez, apasionada exploradora ciclista, quien busca recorrer lugares poco conocidos, ella, un par de semanas antes, me había preguntado que sí que había de interés en Janos, al mencionarle algunos sitios, a la brevedad organizó a los ciclistas e hicimos abierta la invitación al evento al público en general.

Del centro de Janos, nos fuimos a los petrograbados, poco a poco íbamos recorriendo el impresionante sitio, descubriendo en la obscuridad de la noche las figuras antiquísimas diseñadas por alguna tribu, posiblemente los Janos. Para cerrar el recorrido nocturno, Mario nos relató la historia de la masacre de la familia de Gerónimo, casi podía ver la escena, imaginaba al popular chamán caminando cabizbajo por el Río San Pedro y luego por el Casas Grandes, enfilados hacia el norte, hacia Arizona, donde planearon la venganza.
Mario me había ofrecido su casa para hospedarme, extendiendo la invitación a Perla y Natalia.

Por la mañana del sábado 25 de julio, a las 7:00 am, estábamos listos para escuchar la historia de Janos ¿Cuándo lo fundaron? ¿Qué personajes famosos pisaron esas tierras? ¿Por qué se considera la capital de la apachería? ¿es verdad que tiene el archivo histórico presidial, más completo de Latinoamérica? Todas estas preguntas, fueron ampliamente respondidas por el cronista. Luego nos fuimos a desayunar y a comprar las últimas cosas, pues de allí iríamos al bosque a acampar.

Antes, pasamos por Col. Fernández Leal, comunidad fundada por los mormones en 1887 aprox.
También, muy cerca de allí, Mario nos señaló el lugar en el que fue sepultado Praxedis G. Guerrero, importante liberal que con garra escribía contra los abusos del Porfiriato, y quien fuera muerto en batalla en Janos, en diciembre de 1910.

Estábamos dejando atrás un ecosistema semiárido, y entrando en una hermosa pradera de abundante pasto; pasamos por la comunidad menonita El Gavilán, apreciando las casas perfectamente construidas, los bellos jardines, los corrales llenos de vacas pintas y los enormes sembradíos muy bien trabajados.

A los pocos minutos, estábamos llegando a Rancho el Uno, lugar administrado por TNC (The Nature Conservancy), con un vasto terreno de más de 18,000 has, donde lo utilizan para proteger y conservar especies amenazadas o en peligro de extinción, como el perrito de la pradera, el hurón de patas negras, el águila real, el bisonte americano, el lobo mexicano, entre otros. Albino Parra, director de ecología del Municipio, nos ofreció una muy amena charla sobre los trabajos de Rancho El Uno. Este rancho está ubicado
dentro de la Reserva de la Biósfera de Janos, ya que esa región es rica en mastofauna, con el segundo lugar a nivel nacional, además de ser el único pastizal con ese tipo de protección.




El grupo andaba encantado con los bisontes, por su imponente corpulencia y gallardía.

De allí nos fuimos a Lázaro Cárdenas, mejor conocido localmente como Ojo Frío. Allí comimos, y por fin, los ciclistas bajaron sus bicicletas de las camionetas ¡ya estaban ansiosos por pedalear! No todos eran de Cd. Juárez, algunos iban de Nuevo Casas Grandes y de otras poblaciones cercanas. Justo eran las 2:10 pm cuando se toman la foto del recuerdo ¡y a pedalear!. Un par de caminantes andaban preguntando por mí, resulta que querían que me fuera caminando con ellos de Ojo Frío a Mesa de las Guacamayas, son como 22 kms aproximadamente. Ya es bastante tarde, repliqué. Les sugerí que ellos comenzaran más adelante, pues tomando en cuenta que a las 8:30 se oscurece, no llegarían con la luz del sol. Aceptaron y se subieron a nuestra camioneta. Cruzando el primer rancho, apenas empezando, vi como 8 ciclistas caminando ¿pues qué no venían a pedalear? Una subida de mucha inclinación les había dado la bienvenida.




El paisaje comenzó a cambiar, desde poco antes de llegar a Ojo Frío ya habíamos notado algunos cambios, comenzaba una zona con lomas y encinos dispersos, indicando que estábamos ascendiendo. 







Entre más avanzábamos, más densa se hacía la vegetación, el camino iba a un lado de un arroyo de cristalinas aguas por el cañón Prieto, seguíamos subiendo, pues empezaron a aparecer por nuestro camino algunos pinos, también identificamos al maple rojo, árbol que en lo personal me fascina, pues en otoño cambia impresionantemente de color.
 
















La subida a la Mesa, cada vez se hacía más difícil, obligándonos a poner el 4x4, para esto ya habíamos bajado a los senderistas. Y ya habíamos visto la felicidad de los ciclistas de ir por tan majestuosa ruta, algunos incluso, se tiraban en los charcos, bueno, para ser sincero, no sé si se caían accidentalmente o se tiraban a propósito.






Por fin llegamos a la Mesa de las Guacamayas, el clima había cambiado notoriamente también, de 1300 msnm, habíamos subido a 2500, allí era fresco y la vista, que puedo decir ¡espectacular!.
Escogimos un lugar para acampar, a manera de que cuando llegaran, también cupiera la demás gente. Armamos nuestras casas de acampar y juntamos alguna leña, y mientras tanto, al cabo de algún tiempo llegó el primer ciclista, Saúl Torres, a los pocos minutos comenzaron a llegar los demás y en cuanto llegaron las camionetas de apoyo, comenzaron a bajar su equipo de camping y preparar sus dormitorios.

Una de las cumbres cercanas, con sus pinos y los sonidos escandalosos de las cotorras serranas, parecía qu
e nos invitaba a visitarle, no nos hicimos del rogar y fuimos. Lo que aparentemente era una cumbre muy cerca, al llegar a ella, solo nos mostró otra más alta, seguimos subiendo y entre los pinos y helechos se filtraban rojos rayos del sol, faltaba poco para ocultarse. Apresuramos el paso, y llegamos a lo alto, logrando disfrutar de un mágico atardecer, allí permanecimos hasta que el sol se ocultó. Era hora de emprender el regreso al campamento, para que no nos sorprendiera la noche.



Llegamos al campamento, y por doquier se escuchaban risas, uno de los grupos, nos invitaron a cenar discada, típica comida originaria de Chihuahua ¡les quedó súper rica! Ya se pueden casar. Entre las pláticas, mencionaron ¡que habían visto un oso negro!. Me hubiera encantado verlo y fotografiarlo, ya habrá oportunidad.

A lo lejos, hacia el oeste, se divisaban las luces de pequeñas poblaciones, posiblemente Bavispe, Bacerac y San Miguel.

El cansancio nos cobró factura, era hora de competir con los leones en rugidos.

Durante la noche estuvo lloviendo bastante, y algunos se levantaron poco antes del amanecer, no por madrugadores, sino porque se les había metido el agua a sus carpas. Cuando me levanté, estaba un arcoíris, que seguramente las palabras no me alcanzarán para describirlo. Completo y doble, los colores bien marcados, y tan cercano a nuestro campamento, que podíamos casi olerlo o tocarlo.

Después de almorzar unas quesadillas y un atole de pinole, era momento de ir a caminar un rato por el bosque, con la esperanza de fotografiar la cotorra serrana. Pero antes, desarmé mi campamento y guarde la mayoría de las cosas, a excepción de la bolsa de dormir y de la casita que dejé secando, pues estaban con bastante humedad. Mientras se secaban, aproveché para ir a caminar, conmigo se fue Natalia y rápido alcanzamos a Nancy y Rigo, y otras personas que iban subiendo hacia la cumbre principal. Luego de estar un rato en la cumbre, bajé un poco y caminé por un lugar sin sendero con la esperanza de ver cotorras, no las vi, pero si a un pajarito que se dejó fotografiar a corta distancia, mientras sus papás hacían tremendo escándalo, posiblemente para desviar mi atención. 

Cuando me retiré, los papás del pajarito dejaron de escandalizar. A pocos metros vimos una venadita, que se espantó con nuestras voces. En eso, las cotorras empezaron a hacer sus característicos sonidos, se escuchaban tan cerca y aunque al parecer nos arrimábamos a donde se escuchaban, los sonidos los oíamos prácticamente a la misma distancia. Íbamos caminando en dirección al campamento, cuando escuchamos muy cerca a las cotorras, aunque esta vez el sonido era un poco diferente al que había escuchado, siempre las había escuchado cuando volaban, pero en esta ocasión me daban la impresión de que estuvieran posadas en algún lugar cercano. Caminamos hacia donde aparentemente se escuchaban, y ahora sí, el sonido cada vez lo escuchaba más y más cerca, de pronto, ante nuestra vista estaban un par de cotorras, lentamente continuamos caminando, hasta ponernos en un lugar estratégico para las fotografías, tomé algunas y continué avanzando muy lentamente, se me hacía eterno cada paso que daba, me escondí detrás de un pino grueso, allí estaba cuando las cotorras volaron asustadas ¿pero por qué, si ni siquiera me veían? A los pocos segundos, pasó volando una aguililla de swainson, posiblemente sea su depredador. Me esperé un rato a ver si volvían, después de pasar varias veces las cotorras muy cerca del lugar donde estaban paradas, volvieron a posarse. Una pareja nos regaló un hermoso espectáculo, estaban en cortejo.


No sé cuánto tiempo había pasado en ese lapso, simplemente había pasado todo tan rápido, que no me acordaba de ninguna otra cosa. Era momento de volver al campamento principal, cuando llegamos, incluso ya nos andaban buscando ¡hasta parece que no me conocen!. Mi casa de acampar y la bolsa de dormir, ya las habían guardado. Así que rápido comenzamos el descenso, durante el trayecto, un venado joven nos regaló unos minutos para fotografiarlo.


Al poco rato, llegamos a Ojo Frío, allí esperamos al contingente de ciclistas, cuando llegaron, comimos y luego de despedirnos de la mayoría, continuamos hacia Janos, pasando por algunas zonas atascosas debido a la lluvia de la noche.


Así le decíamos un hasta pronto a este hermoso municipio. Así nos íbamos con el fabuloso azul de los cielos de Chihuahua

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