jueves, 20 de agosto de 2015

Expedición al fondo de la Barranca del Cobre
Sábado 29, 30 y 31 de marzo, 1 de abril de 2015

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Aunque vivo en el Estado de Chihuahua, no había tenido la oportunidad de ir a las famosas Barrancas del Cobre, a finales de agosto de 2014, había pasado por la región en el también conocido recorrido del tren Chepe, este, hace una parada de 15 minutos en Estación Divisadero, momento que aproveché para admirar tan bello paisaje. Desde ese momento, y como todo amante de la naturaleza y de la aventura, soñaba con descender hasta el fondo de esa imponente Barranca.

Definitivamente que Dios me tiene muy “chiple” (consentido), pues no pasó ni un año, para cuando un buen amigo de "facebook", ahora personal, nos extendió la invitación para acompañarlo a bajar al fondo de la Barranca, invitación que prácticamente de inmediato acepté, eternos se me hicieron los días para que se llegara la fecha y como dice el dicho “no hay día que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”.

A continuación les relato un poquitín de dicha aventura, abróchense los cinturones y ¡fuuuuuuuga!

Sábado 29 de marzo de 2015

Habíamos quedado en reunirnos en Cd. Cuauhtémoc ese día sábado, yo había viajado desde la Cd. de Nuevo Casas Grandes en Chihuahua, y los demás desde la fronteriza Cd. Juárez. Llegué aproximadamente a las 9:00 pm. Pregunté en la Central por los horarios de salida de camiones hacia Divisadero para el día siguiente, indicándome que salían a las 7:30 am y que costaban $152.00 pesos. Como traía hambre, me dirigí hacia algún puesto o restaurant que encontrara abierto, vi un local donde venden tortas. Al pararme en la puerta, la persona que atiende me miró un poco extrañado y un tanto de mala manera, por mi apariencia desaliñada, quizá pensó que le pediría regalado.

 Me dijo:
- ¿necesitas algo? – de una manera que se veía molesto
- ¿ya vas a cerrar? Quiero una torta ¿o ya no tienes? – le contesté serenamente
- si tengo todavía, pásele.

Entré, me senté y me puse a ver una pelea de box que estaba en la televisión, mientras esperaba mi torta mixta.
No pasó mucho tiempo cuando me llevó mi torta y me dispuse a degustarla tranquilamente. Los muchachos me habían dicho que llegarían aproximadamente a las 11:00 pm, así que no tenía ninguna prisa.
Me comí mi torta muy a gusto, estaba riquísima. Mientras la comía, había llegado una pareja, quienes preguntaron por la hora en que cerraba, respondiendo que a las 10:00.
La pelea de box estaba bastante buena, me hubiera encantado terminarla de ver, pero ya eran las 10:00, hora en que cerraba, así que terminé mi torta, pagué, recogí mi par de mochilas y me salí.

Le mandé un mensaje a Luis, para saber dónde venían, me contestó que iban llegando a Cd. Chihuahua y me dio la dirección de su amiga, lugar donde nos quedaríamos a pasar la noche. Le pregunté a una persona en la calle, por las calles que me había dicho Luis en donde vive su amiga, al darme la información y agradeciéndole, me dirigí caminando lento para hacer tiempo hacia la ubicación. La gente andaba paseando por las calles principales, lo que en Chihuahua llamamos que “andaban dando la vuelta”. Caminé hacia el oeste, al llegar al Río que atraviesa la ciudad, vi algunos sitios en donde pensé podría acampar, incluso encontré algunos terrenos baldíos, en los cuales se veía que no pasa la gente, por lo tanto también los consideré como sitios con buen potencial para acampar. Después de caminar unas 15 calles hacia el oeste, di vuelta hacia el sur, avanzando otras 7 aproximadamente, sabía que ya estaba cerca de la casa, así que por allí me senté a esperar a que llegaran los demás.

Luis y sus amigos llegaron casi a las 12 de la noche, me hablaron por celular que ya estaban en casa de su amiga, yo estaba a una calle de allí.

Me trasladé para con ellos y entramos en la habitación, muy cortés la amiga de ellos. Nos dio mucha risa cuando Luis preguntó si tenía Wifi, ¡limosnero y con garrote! hicimos nuestros respectivos tendidos en el piso, y dormimos muy a gusto.

Domingo 30 de marzo

Ya por la mañana, nos levantamos temprano para irnos en el camión de las 7:30 am. Todo perfecto, llegamos a la central y abordamos el camión hacia Divisadero.

Llegamos aproximadamente a las 10:30 am a Divisadero, nos dirigimos a los puestos de comida para almorzar. Me comí tres gorditas, dos de maíz azul y una de maíz blanco. De allí nos trasladamos al mirador a la Barranca de uno de los hoteles que están al borde del precipicio, la vista es más que espectacular, nos tomamos algunas fotografías y nos fuimos a una tienda a comprar agua y lo último que nos hiciera falta.


Después de comprar las cosas, nos dirigimos a la caseta para pagar nuestra entrada al Parque Barrancas del Cobre y de allí nos fuimos caminando hasta la estación del teleférico. Llegamos a las 12:15, al llegar, me dio mucho gusto ver a Carlos Hernández, un gran amigo originario de la región donde vivo. Nos explicó por dónde bajar y nos hizo algunas recomendaciones. También conocí a Jorge Muñoz, quien labora en el Parque y también es originario de Nuevo Casas Grandes.
Sergio dejó su cámara de video encargada en el restaurant del parque, ya que no tenía caso andarla cargando, pues no funcionó de último momento.
Sin más pendientes, era hora de iniciar el descenso, el reloj marcaba las 12:45 pm, el GPS nos marcaba una altitud de 2200 msnm, en el cielo había algunas nubes, más no parecía que nos fuera a llover. Por el lado oeste de la estación del teleférico es el lugar para bajar, cruzamos por un orificio que es para desagüe cuando llueve y salimos de la cerca del Parque. A unos cuantos pasos, encontramos la primera dificultad, una bajada muy empinada. Nos quitamos las mochilas y bajamos con mucho cuidado.

Hay un sendero que para hacer menos difícil el descenso/ascenso, va en zigzag. Comenzábamos así la bajada, dando pasos cortos y seguros para no forzar demasiado las piernas.

Al poco caminar, estábamos pasando a un lado de la pista de ciclismo extremo de downhill. A cada momento escuchábamos el zumbido que las tirolesas hacen por la fricción con el cable, la que más me llamó la atención es la Zip Rider, la cual es la más larga. No dejábamos de maravillarnos de la imponencia  de la Barranca, por algo es tan visitada, a cada rato nos deteníamos a apreciar la majestuosidad, bueno, también para descansar.

Volteábamos a ver la primera estación, de la cual poco a poco nos alejábamos, llegamos a un caserío disperso, una población Rarámuri llamada Bacajípare, en la cual hay un pequeño museo atendido por indígenas. Luego llegamos a un arroyo que llevaba poca agua, a una parte del bosque, hacia el norte del cerro, que contrastaba bellamente con el encantador azul del cielo Chihuahuense. Al cruzar ese arroyo, comenzamos un ascenso, posiblemente de unos 200 mts de desnivel a lo mucho, nos sorprendió ver a un Rarámuri que subió trotando, mientras que nosotros íbamos subiendo muy, pero muy lento. Por fin llegamos a la parte alta de esa montaña, ahí fue el lugar elegido para pasar la primer noche de campamento, la tarde se estaba poniendo fresca y Luis no llegaba, le había dado un fuerte y doloroso calambre en una pierna, aunque Sergio y Álvaro habían ido a ayudarle, se negó a aceptar la ayuda ¡ese orgullo!.


Antes de armar nuestras casas de acampar y preparar nuestro dormitorio, estuvimos disfrutando del atardecer y observando aves. Y por supuesto, nos merecíamos una rica cena que en estos lugares tan inhóspitos, nos pareció preparada por las manos expertas de un chef.




Lunes 31 marzo

En la mañana, ansiosos por querer caminar y llegar a nuestra meta, nos levantamos temprano, anduvimos observando aves un rato, en eso, me di cuenta que la pila de la cámara casi se había descargado ¡no puede ser! Fui a la segunda estación del teleférico a ver si de casualidad tenían tomacorrientes. Si tenían, y el guardia velador, un rarámuri bastante amistoso, me guio hasta ellos y estuvimos platicando por más de una hora mientras la pila se cargaba.
Me trasladé para el campamento, con los muchachos, y de ahí comenzamos inmediatamente el descenso, después del primer día de haber caminado, y un poco adoloridos, sentíamos como funciona cada músculo de la pierna, en verdad que no deja de sorprenderme el maravilloso cuerpo que tenemos, quizá no le prestamos atención a esto, pues nos parece de lo más normal.


Carlos Hernández, nos había dicho que muy cerca de un huerto de naranjos hay un manantial, así que íbamos muy pendientes de encontrarlo. Antes de llegar a el, pasaron unas cotorras serranas muy cerca de nosotros, aunque tan rápido, que ni tiempo nos dieron para fotografiarlas.
Allí estaba a nuestra vista el huerto, de la vereda principal, hay una que se desvía hacia el huerto, a lado izquierdo, por ella nos fuimos y llegamos, ya desde un rato antes, íbamos escuchando el sonido de agua, pensábamos que era el Río Urique que de seguro iba crecido, pero no, era un arroyo de agua cristalina que a unos metros del huerto tiene una pequeña caída de agua, seguramente es lo que produce el sonido. Seguimos el arroyo corriente arriba para llegar hasta el o los manantiales de donde nace esa agua, que al tocarla, está tibia. Subimos la roca en donde se hace la caída e inmediatamente hay como una tinaja, lugar que mis compañeros aprovecharon para bañarse, yo seguí caminando hasta que localicé los manantiales. Al cabo de unos minutos, habíamos llenado unas botellas con agua y le añadimos una gota de cloro para desinfectarla. Allí dejamos la mayoría de las botellas, para llevárnoslas de regreso, durante el ascenso.

Continuamos por otro sendero, no por el principal que habíamos dejado para ir al huerto, a lado derecho del huerto, y apenas notorio, va otro sendero. Lo seguimos y de pronto, nos llenamos de enorme alegría, pues ante nuestros ojos estaba el Río Urique, estimamos que en unos 40 minutos llegaríamos al fondo. Y si, aproximadamente ese tiempo hicimos.

Al llegar al fondo, los gritos de júbilo no se hicieron esperar ¡uuuuujjjuuuuuuu, llegamos! Al otro lado del Río, vimos un banco de arena que nos hacía la cordial invitación para acampar ahí, no nos gusta hacernos del rogar y aceptamos la invitación, los muchachos inmediatamente cruzaron y se fueron a la arena. Por mi parte, antes de cruzar, di una caminada corriente arriba. Cuando faltaba como una hora para que se oscureciera, me regresé, para llegar con los chicos de día. Pero antes, me bañé en el arroyo de donde habíamos cargado agua, si, el del huerto, que allí ya no estaba el agua tibia, aunque no estaba muy fría tampoco. Me vestí y crucé el Río, que no llevaba casi agua, las partes con más profundidad, el agua me llegaba a la mitad entre la rodilla y la cintura. Este Río es considerado nivel V para práctica de rafting, y hasta donde tengo entendido, nadie lo ha navegado completo.

Al cabo de unos cuantos minutos, llegué con los muchachos, quienes estaban acostados sobre la arena, parecía que estaban en alguna playa del caribe y en verdad, estaba un clima excelente. El GPS nos marcó una altitud de 948 msnm.

Estuvimos un rato en una rica plática, hasta que el cansancio empezó a ganarnos y a dormir. Luis había manifestado su preocupación por acampar allí, pues consideraba que estábamos muy cerca del Río y en caso que este creciera, nos podría llevar. Si tenía razón, sin embargo consideramos poco probable que eso sucediera, ya que no es época de lluvia en marzo y no había casi nubes. Yo si dormí como todo un angelito ¿será porque lo soy? Pero Luis nos platicó que se había despertado a media noche, exaltado porque estaba soñando que el Río crecía, incluso hasta sintió el agua en su bolsa de dormir… ah olvidaba contarles que él durmió a la intemperie.


Martes 1 de abril

Por la mañana, con un poco de viento fresco, abrí la puerta de mi casa de acampar y saqué mis pies, y así me estuve por muy buen rato, escuchando el canto de las aves y el murmurar del río. Luego de desayunar y guardar todo en la mochila, cruzamos de nuevo el río, despidiéndonos del fondo de la barranca, el reloj marcaba las 8:00 am.

Así comenzábamos el ascenso, pasos cortos y muy seguros. Nuestro propósito fue estar en la segunda estación del teleférico, antes de las 5:00 pm, con la idea de abordarlo. A medio día aproximadamente, pasamos por las botellas con agua que habíamos dejado en el huerto, y continuamos nuestra caminata, poco a poco seguíamos avanzando, de vez en vez, volteábamos a ver lo que habíamos recorrido, eran como las 4:00 pm cuando llegamos por fin a la segunda estación ¡por fin! Justo nos encontramos a Jorge ¿lo recuerdan? Y nos avisó que el teleférico estaba por arrancar, así que nos dirigimos a donde estaba haciendo fila el grupo de gente, y lo abordamos, la vista desde el interior es extraordinaria.

Llegamos a la estación principal, nos tomamos algunas fotografías y nos fuimos a los puestos de comida, pues “la tripa grande se quería comer a la chica”.

No nos podíamos retirar de tan mágico lugar, sin subirnos a la super famosa Piedra Volada (espero que mi madre no lea esto), así lo hicimos, nos dirigimos a ese “adrenalínico lugar”. Quien le tenga miedo a las alturas, definitivamente ni siquiera debe intentar arrimarse, aparte de la altura del precipicio ¡la piedra se mueve!

Muy cerca de ahí esperamos a Carlos Hernández, quien amablemente nos ofreció su casa en Areponápuchi para hospedarnos. Dando así por finalizada nuestra aventura al fondo de la Barranca del Cobre, más no de la región, pues de allí nos fuimos a Rekowata y otros lugares cerca de Creel, pero esa, esa es otra historia. 

Por: Elias Ramos
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viernes, 31 de julio de 2015

Excursión a Mesa de las Guacamayas
Janos, Chihuahua.
24, 25 y 26 de julio de 2015
Por: Elías Ramos

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- ¿y por qué no nos vas a esperar en Nuevo Casas Grandes? – Me preguntó Perla Iris.
- Voy al recorrido nocturno a los petrograbados.
- ¿Cuál recorrido nocturno?

Resulta, que habíamos hecho planes para empezar las actividades de nuestro tour por el municipio de Janos, con un recorrido nocturno hacia el Peñón del Diablo, sitio con petrograbados y una gran cantidad de morteros. El lugar es muy especial, aparte por el arte rupestre, porque allí fue masacrada la primer familia del famoso Gerónimo, chamán apache; mientras los guerreros apaches iban al poblado de Janos, dejaron a sus familias en una manantial cercano al pueblo, y mientras ellos se emborrachaban, sus familias fueron masacradas por un grupo militar sonorense a cargo del Coronel Carrasco, un 5 de marzo de 1851.

- ¡Ah no, yo quiero ir a ese recorrido nocturno también! – dijo Perla.
- Pues bájate allí en Janos, en una media hora llego – le contesté.

Perla y su hija Natalia, iban de Cd. Juárez hacia Casas Grandes en la camioneta de Leonel, un muy buen amigo. Pero él no traía intención de quedarse al recorrido nocturno, así que Perla ni tarde ni perezosa, se bajó en Janos con su mochila junto con Natalia.
A la media hora llegué y rápido me dirigí hacia la Presidencia Municipal, lugar en el que me esperaban.

 De allí fuimos a cenar, y al poco rato se bajó una ciclista de un autobús, voy hacia ella y le pregunto si viene al recorrido por Janos, me contesta que si, y la invito a que se siente con nosotros, en lo que llega el demás grupo de Juárez. Era Leslie, la chica que le puso el ejemplo a un par de princesos, se trasladó sola a Janos, un chico no fue y el otro se llevó hasta el maquillaje.
Me llama Mario Madrid, director del Departamento de Cultura y Turismo del municipio, le aviso que ya llegamos y en breve tiempo se nos une. Mario nos había ofrecido todo tipo de facilidades para el recorrido, además se ofreció a darnos algunas pláticas en puntos de interés, ya que Mario es también el cronista.

De allí nos dirigimos hace la Presidencia, para esperar al contingente de ciclista de Cd. Juárez, en especial a Rodadores del Desierto, para quienes habíamos diseñado el tour especialmente, gracias a la curiosidad de Nancy Tamez, apasionada exploradora ciclista, quien busca recorrer lugares poco conocidos, ella, un par de semanas antes, me había preguntado que sí que había de interés en Janos, al mencionarle algunos sitios, a la brevedad organizó a los ciclistas e hicimos abierta la invitación al evento al público en general.

Del centro de Janos, nos fuimos a los petrograbados, poco a poco íbamos recorriendo el impresionante sitio, descubriendo en la obscuridad de la noche las figuras antiquísimas diseñadas por alguna tribu, posiblemente los Janos. Para cerrar el recorrido nocturno, Mario nos relató la historia de la masacre de la familia de Gerónimo, casi podía ver la escena, imaginaba al popular chamán caminando cabizbajo por el Río San Pedro y luego por el Casas Grandes, enfilados hacia el norte, hacia Arizona, donde planearon la venganza.
Mario me había ofrecido su casa para hospedarme, extendiendo la invitación a Perla y Natalia.

Por la mañana del sábado 25 de julio, a las 7:00 am, estábamos listos para escuchar la historia de Janos ¿Cuándo lo fundaron? ¿Qué personajes famosos pisaron esas tierras? ¿Por qué se considera la capital de la apachería? ¿es verdad que tiene el archivo histórico presidial, más completo de Latinoamérica? Todas estas preguntas, fueron ampliamente respondidas por el cronista. Luego nos fuimos a desayunar y a comprar las últimas cosas, pues de allí iríamos al bosque a acampar.

Antes, pasamos por Col. Fernández Leal, comunidad fundada por los mormones en 1887 aprox.
También, muy cerca de allí, Mario nos señaló el lugar en el que fue sepultado Praxedis G. Guerrero, importante liberal que con garra escribía contra los abusos del Porfiriato, y quien fuera muerto en batalla en Janos, en diciembre de 1910.

Estábamos dejando atrás un ecosistema semiárido, y entrando en una hermosa pradera de abundante pasto; pasamos por la comunidad menonita El Gavilán, apreciando las casas perfectamente construidas, los bellos jardines, los corrales llenos de vacas pintas y los enormes sembradíos muy bien trabajados.

A los pocos minutos, estábamos llegando a Rancho el Uno, lugar administrado por TNC (The Nature Conservancy), con un vasto terreno de más de 18,000 has, donde lo utilizan para proteger y conservar especies amenazadas o en peligro de extinción, como el perrito de la pradera, el hurón de patas negras, el águila real, el bisonte americano, el lobo mexicano, entre otros. Albino Parra, director de ecología del Municipio, nos ofreció una muy amena charla sobre los trabajos de Rancho El Uno. Este rancho está ubicado
dentro de la Reserva de la Biósfera de Janos, ya que esa región es rica en mastofauna, con el segundo lugar a nivel nacional, además de ser el único pastizal con ese tipo de protección.




El grupo andaba encantado con los bisontes, por su imponente corpulencia y gallardía.

De allí nos fuimos a Lázaro Cárdenas, mejor conocido localmente como Ojo Frío. Allí comimos, y por fin, los ciclistas bajaron sus bicicletas de las camionetas ¡ya estaban ansiosos por pedalear! No todos eran de Cd. Juárez, algunos iban de Nuevo Casas Grandes y de otras poblaciones cercanas. Justo eran las 2:10 pm cuando se toman la foto del recuerdo ¡y a pedalear!. Un par de caminantes andaban preguntando por mí, resulta que querían que me fuera caminando con ellos de Ojo Frío a Mesa de las Guacamayas, son como 22 kms aproximadamente. Ya es bastante tarde, repliqué. Les sugerí que ellos comenzaran más adelante, pues tomando en cuenta que a las 8:30 se oscurece, no llegarían con la luz del sol. Aceptaron y se subieron a nuestra camioneta. Cruzando el primer rancho, apenas empezando, vi como 8 ciclistas caminando ¿pues qué no venían a pedalear? Una subida de mucha inclinación les había dado la bienvenida.




El paisaje comenzó a cambiar, desde poco antes de llegar a Ojo Frío ya habíamos notado algunos cambios, comenzaba una zona con lomas y encinos dispersos, indicando que estábamos ascendiendo. 







Entre más avanzábamos, más densa se hacía la vegetación, el camino iba a un lado de un arroyo de cristalinas aguas por el cañón Prieto, seguíamos subiendo, pues empezaron a aparecer por nuestro camino algunos pinos, también identificamos al maple rojo, árbol que en lo personal me fascina, pues en otoño cambia impresionantemente de color.
 
















La subida a la Mesa, cada vez se hacía más difícil, obligándonos a poner el 4x4, para esto ya habíamos bajado a los senderistas. Y ya habíamos visto la felicidad de los ciclistas de ir por tan majestuosa ruta, algunos incluso, se tiraban en los charcos, bueno, para ser sincero, no sé si se caían accidentalmente o se tiraban a propósito.






Por fin llegamos a la Mesa de las Guacamayas, el clima había cambiado notoriamente también, de 1300 msnm, habíamos subido a 2500, allí era fresco y la vista, que puedo decir ¡espectacular!.
Escogimos un lugar para acampar, a manera de que cuando llegaran, también cupiera la demás gente. Armamos nuestras casas de acampar y juntamos alguna leña, y mientras tanto, al cabo de algún tiempo llegó el primer ciclista, Saúl Torres, a los pocos minutos comenzaron a llegar los demás y en cuanto llegaron las camionetas de apoyo, comenzaron a bajar su equipo de camping y preparar sus dormitorios.

Una de las cumbres cercanas, con sus pinos y los sonidos escandalosos de las cotorras serranas, parecía qu
e nos invitaba a visitarle, no nos hicimos del rogar y fuimos. Lo que aparentemente era una cumbre muy cerca, al llegar a ella, solo nos mostró otra más alta, seguimos subiendo y entre los pinos y helechos se filtraban rojos rayos del sol, faltaba poco para ocultarse. Apresuramos el paso, y llegamos a lo alto, logrando disfrutar de un mágico atardecer, allí permanecimos hasta que el sol se ocultó. Era hora de emprender el regreso al campamento, para que no nos sorprendiera la noche.



Llegamos al campamento, y por doquier se escuchaban risas, uno de los grupos, nos invitaron a cenar discada, típica comida originaria de Chihuahua ¡les quedó súper rica! Ya se pueden casar. Entre las pláticas, mencionaron ¡que habían visto un oso negro!. Me hubiera encantado verlo y fotografiarlo, ya habrá oportunidad.

A lo lejos, hacia el oeste, se divisaban las luces de pequeñas poblaciones, posiblemente Bavispe, Bacerac y San Miguel.

El cansancio nos cobró factura, era hora de competir con los leones en rugidos.

Durante la noche estuvo lloviendo bastante, y algunos se levantaron poco antes del amanecer, no por madrugadores, sino porque se les había metido el agua a sus carpas. Cuando me levanté, estaba un arcoíris, que seguramente las palabras no me alcanzarán para describirlo. Completo y doble, los colores bien marcados, y tan cercano a nuestro campamento, que podíamos casi olerlo o tocarlo.

Después de almorzar unas quesadillas y un atole de pinole, era momento de ir a caminar un rato por el bosque, con la esperanza de fotografiar la cotorra serrana. Pero antes, desarmé mi campamento y guarde la mayoría de las cosas, a excepción de la bolsa de dormir y de la casita que dejé secando, pues estaban con bastante humedad. Mientras se secaban, aproveché para ir a caminar, conmigo se fue Natalia y rápido alcanzamos a Nancy y Rigo, y otras personas que iban subiendo hacia la cumbre principal. Luego de estar un rato en la cumbre, bajé un poco y caminé por un lugar sin sendero con la esperanza de ver cotorras, no las vi, pero si a un pajarito que se dejó fotografiar a corta distancia, mientras sus papás hacían tremendo escándalo, posiblemente para desviar mi atención. 

Cuando me retiré, los papás del pajarito dejaron de escandalizar. A pocos metros vimos una venadita, que se espantó con nuestras voces. En eso, las cotorras empezaron a hacer sus característicos sonidos, se escuchaban tan cerca y aunque al parecer nos arrimábamos a donde se escuchaban, los sonidos los oíamos prácticamente a la misma distancia. Íbamos caminando en dirección al campamento, cuando escuchamos muy cerca a las cotorras, aunque esta vez el sonido era un poco diferente al que había escuchado, siempre las había escuchado cuando volaban, pero en esta ocasión me daban la impresión de que estuvieran posadas en algún lugar cercano. Caminamos hacia donde aparentemente se escuchaban, y ahora sí, el sonido cada vez lo escuchaba más y más cerca, de pronto, ante nuestra vista estaban un par de cotorras, lentamente continuamos caminando, hasta ponernos en un lugar estratégico para las fotografías, tomé algunas y continué avanzando muy lentamente, se me hacía eterno cada paso que daba, me escondí detrás de un pino grueso, allí estaba cuando las cotorras volaron asustadas ¿pero por qué, si ni siquiera me veían? A los pocos segundos, pasó volando una aguililla de swainson, posiblemente sea su depredador. Me esperé un rato a ver si volvían, después de pasar varias veces las cotorras muy cerca del lugar donde estaban paradas, volvieron a posarse. Una pareja nos regaló un hermoso espectáculo, estaban en cortejo.


No sé cuánto tiempo había pasado en ese lapso, simplemente había pasado todo tan rápido, que no me acordaba de ninguna otra cosa. Era momento de volver al campamento principal, cuando llegamos, incluso ya nos andaban buscando ¡hasta parece que no me conocen!. Mi casa de acampar y la bolsa de dormir, ya las habían guardado. Así que rápido comenzamos el descenso, durante el trayecto, un venado joven nos regaló unos minutos para fotografiarlo.


Al poco rato, llegamos a Ojo Frío, allí esperamos al contingente de ciclistas, cuando llegaron, comimos y luego de despedirnos de la mayoría, continuamos hacia Janos, pasando por algunas zonas atascosas debido a la lluvia de la noche.


Así le decíamos un hasta pronto a este hermoso municipio. Así nos íbamos con el fabuloso azul de los cielos de Chihuahua

viernes, 20 de junio de 2014

RODADA A CUEVA DE LA OLLA 14/junio/2014

RODADA A CUEVA DE LA OLLA

Hace poco más de una semana, conocí a Diana Balderrama la nueva coordinadora en Nuevo Casas Grandes de Ezer La Casa del Voluntario; una de sus pasiones es el ciclismo y me invitó a un evento que tendrían el sábado 14 de junio de 2014. Me apasiona la aventura, pero la bicicleta casi nunca la utilizo, ni para ir a la tienda.
El recorrido empezaría en la Estación del Ferrocarril en Nuevo Casas Grandes y culminaría en la Cueva de La Olla. Serían más de 80 kms, incluyendo subir la cuesta del Caracol.
 Un par de días antes del evento, lleve mi bicicleta al taller para que estuviera en condiciones de soportar por lo menos la mitad del recorrido ¿y yo soportaría?

 Buena pregunta, el viernes hice una prueba, desde Nuevo Casas Grandes fui a Madero y regresé sintiéndome bastante bien. Así que considere, que si podía aguantar la mitad del recorrido a Cueva de La Olla.

A las seis de la mañana se dieron cita los ciclistas que harían el recorrido completo desde Nuevo Casas Grandes a Cueva de la Olla, fui a tomarles fotografías y despedirlos. Yo empezaría arriba del Caracol, digo, para dos días que tenía de ciclista, eso es mucho.



El grupo, salió a las 6:30 am aproximadamente. Aproveché la mañana para hacer los últimos preparativos, pues nos quedaríamos a acampar allá y regresar el domingo.
Carlos Carrillo, alfarero de Mata Ortiz y auxiliar en el Departamento de Cultura y Turismo de Casas Grandes fue a documentar el recorrido en fotografía, aproveche y me fui con él hasta arriba del Caracol. A las 10:00 am alcanzamos al grupo, quienes iban subiendo las pesadísimas Cuestas del Caracol.





Kilómetros más adelante, se detuvieron un momento a descansar y a esperar a quienes venían más atrás.

 Fue aquí donde me uní al grupo para empezar a pedalear. Antes de partir, hay que tomarnos la foto del recuerdo.

Es una gran experiencia poder pedalear en lugares tan maravillosos, ir disfrutando del aroma del bosque y de la camaradería de los ciclistas.

Apenas si había avanzado unos cuantos kilómetros, cuando empiezan las primeras subidas y subo la primera, y subo la segunda, y no sé cuantas más, pero rápido se me agotaron las fuerzas de las piernas, hasta que sin más remedio tuve que bajarme de la bici a subir caminando. Momento de dejar el pavimento y seguirle por terracería, también pura subida, pues sigo caminando ¿Qué más? Bien dice el dicho “más vale paso que dure y no trote que canse”, así que continúo caminando, no hay prisa por llegar, aún quedan muchas horas de luz de día.



Carlos Carrillo, me había comentado que tenía la intención de pedalear un rato, así que como buen amigo, le cedo un rato la bicicleta. Sube un poco más la cuesta y empieza la bajada, la cual llega hasta el Puente en Ejido Ignacio Zaragoza o el Willy, como mejor es conocido.
Cuando llegamos al puente, ya los demás ciclistas tenían buen rato allí, incluso hasta se andaban refrescando en el agua del Río Piedras Verdes.
Allí en el puente vuelvo a agarrar la bicicleta y llegar a la Cueva de la Olla; cuando por fin llegamos, ya los demás ciclistas estaban preparando la comida, buscando lugar para acampar e instalando sus casas de campaña.




Carlos y yo, ya traíamos bastante hambre, decidimos abrir una sardina, con eso tuvimos para los dos. Carlos tenía un compromiso el domingo, así que se perdió de la oportunidad de acampar.
Cerca de las 5 pm llega el último grupo de ciclistas, quienes llegaron en automóvil debido a que no pudieron acompañarnos más temprano por cuestiones laborales.
Gran ambiente se vivió, luego de la comida, a explorar un rato por El Valle de Las Cuevas. Visitar la Cueva de la Olla, solo es el principio, pues allí cerca esta la Cueva de la Golondrina, La Cueva del Zorrillo y la del Rincón por mencionar algunas.
Empezó a esconderse el sol, al ponerse más fresco el clima, no falto quienes nos arrimáramos a la fogata. Por doquier se escuchaban platicas de muy variados temas, desde carreras en puerta hasta aventuras de eventos pasados. Poco a poco, el cansancio empezó a cobrar factura, y uno a uno fueron retirándose a sus respectivas casitas a descansar. Al final solo quedábamos cuatro personas alrededor de la lumbre, yéndose los últimos dos, procedimos a armar nuestro dormitorio. Como no traíamos casa de acampar, nos quedamos al aire libre, a un lado de la fogata. Primero coloque un plástico grueso en el suelo, luego arriba nuestras bolsas de dormir. Casi cada hora me levanté a atizarle a la lumbre para que no se fuera a apagar, me quedaba un rato sentado escuchando los sonidos nocturnos del lugar, la luna iluminaba bastante y me daba la posibilidad de ver entre los pinos.
La última vez que me levanté en la noche fue como a las 4:30 am, en ese momento la orquesta de aves parecía que estaban ensayando, pues se escuchaban muy diversos y bellos trinares. En cuanto empezó a clarear la mañana, nos levantamos y caminamos un rato. Cuando regresamos de caminar, ya estaban almorzando los demás y nos unimos al festín.
Después de desayunar, un pequeño grupo fue a revisar unos anzuelos que habían dejado la noche anterior en las partes más honditas  del Río. Grande fue la sorpresa, al percatarse que si había algunos “peces pescados”, el recorrido para revisar los anzuelos fue en bicicleta, esto incluía cruzar varias veces el Río, lo cual requiere de cierta habilidad. Todos los que íbamos, en más de una ocasión tuvimos que bajar por lo menos un pie al agua.
En uno de los cruces, de repente se nos desapareció Diana, al voltear hacia atrás, ella estaba haciendo “angelitos” en el agua y a risa y risa ¡se había caído!.
El agua le ayudó a amortiguar la caída, así que no fue nada de qué preocuparse. Continuamos revisando los demás anzuelos, en los cuales encontramos mas pescados.

Regresamos de nuevo a donde estaba el grupo principal, y de allí nos fuimos Río abajo, ya la mayoría reunidos allí, aprovechamos para tomar agua de un manantial, fresca y riquísima.

Entre la Cueva del Zorrillo y El Manantial Lloraderitos, hay una pequeña rinconada en el Río donde la profundidad es ideal para meterse, así lo hicieron la mayoría.
Después de disfrutar del agua por un buen rato, es hora de partir de regreso, no quisiéramos, pero algunos vienen de Juárez y de Buenaventura, por lo que deben retirarse temprano.
Por mi parte, aprovecho que todos se fueron, para darme un baño que ya lo requiero urgentemente.
Es momento de decirle un ¡hasta pronto! A la Cueva de la Olla.


Algunos de los ciclistas locales, deciden quedarse hasta más tarde.
Yo me retiro con el grupo de Juárez, no sin antes tomarnos la foto del recuerdo en el Caracol.
Espero pronto estar en otro recorrido similar, pero ahora si, ya tendré más condición, pues pienso seguir pedaleando.

Selfie!!!


¡Hasta pronto!

Elías Ramos