jueves, 20 de agosto de 2015

Expedición al fondo de la Barranca del Cobre
Sábado 29, 30 y 31 de marzo, 1 de abril de 2015

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Aunque vivo en el Estado de Chihuahua, no había tenido la oportunidad de ir a las famosas Barrancas del Cobre, a finales de agosto de 2014, había pasado por la región en el también conocido recorrido del tren Chepe, este, hace una parada de 15 minutos en Estación Divisadero, momento que aproveché para admirar tan bello paisaje. Desde ese momento, y como todo amante de la naturaleza y de la aventura, soñaba con descender hasta el fondo de esa imponente Barranca.

Definitivamente que Dios me tiene muy “chiple” (consentido), pues no pasó ni un año, para cuando un buen amigo de "facebook", ahora personal, nos extendió la invitación para acompañarlo a bajar al fondo de la Barranca, invitación que prácticamente de inmediato acepté, eternos se me hicieron los días para que se llegara la fecha y como dice el dicho “no hay día que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”.

A continuación les relato un poquitín de dicha aventura, abróchense los cinturones y ¡fuuuuuuuga!

Sábado 29 de marzo de 2015

Habíamos quedado en reunirnos en Cd. Cuauhtémoc ese día sábado, yo había viajado desde la Cd. de Nuevo Casas Grandes en Chihuahua, y los demás desde la fronteriza Cd. Juárez. Llegué aproximadamente a las 9:00 pm. Pregunté en la Central por los horarios de salida de camiones hacia Divisadero para el día siguiente, indicándome que salían a las 7:30 am y que costaban $152.00 pesos. Como traía hambre, me dirigí hacia algún puesto o restaurant que encontrara abierto, vi un local donde venden tortas. Al pararme en la puerta, la persona que atiende me miró un poco extrañado y un tanto de mala manera, por mi apariencia desaliñada, quizá pensó que le pediría regalado.

 Me dijo:
- ¿necesitas algo? – de una manera que se veía molesto
- ¿ya vas a cerrar? Quiero una torta ¿o ya no tienes? – le contesté serenamente
- si tengo todavía, pásele.

Entré, me senté y me puse a ver una pelea de box que estaba en la televisión, mientras esperaba mi torta mixta.
No pasó mucho tiempo cuando me llevó mi torta y me dispuse a degustarla tranquilamente. Los muchachos me habían dicho que llegarían aproximadamente a las 11:00 pm, así que no tenía ninguna prisa.
Me comí mi torta muy a gusto, estaba riquísima. Mientras la comía, había llegado una pareja, quienes preguntaron por la hora en que cerraba, respondiendo que a las 10:00.
La pelea de box estaba bastante buena, me hubiera encantado terminarla de ver, pero ya eran las 10:00, hora en que cerraba, así que terminé mi torta, pagué, recogí mi par de mochilas y me salí.

Le mandé un mensaje a Luis, para saber dónde venían, me contestó que iban llegando a Cd. Chihuahua y me dio la dirección de su amiga, lugar donde nos quedaríamos a pasar la noche. Le pregunté a una persona en la calle, por las calles que me había dicho Luis en donde vive su amiga, al darme la información y agradeciéndole, me dirigí caminando lento para hacer tiempo hacia la ubicación. La gente andaba paseando por las calles principales, lo que en Chihuahua llamamos que “andaban dando la vuelta”. Caminé hacia el oeste, al llegar al Río que atraviesa la ciudad, vi algunos sitios en donde pensé podría acampar, incluso encontré algunos terrenos baldíos, en los cuales se veía que no pasa la gente, por lo tanto también los consideré como sitios con buen potencial para acampar. Después de caminar unas 15 calles hacia el oeste, di vuelta hacia el sur, avanzando otras 7 aproximadamente, sabía que ya estaba cerca de la casa, así que por allí me senté a esperar a que llegaran los demás.

Luis y sus amigos llegaron casi a las 12 de la noche, me hablaron por celular que ya estaban en casa de su amiga, yo estaba a una calle de allí.

Me trasladé para con ellos y entramos en la habitación, muy cortés la amiga de ellos. Nos dio mucha risa cuando Luis preguntó si tenía Wifi, ¡limosnero y con garrote! hicimos nuestros respectivos tendidos en el piso, y dormimos muy a gusto.

Domingo 30 de marzo

Ya por la mañana, nos levantamos temprano para irnos en el camión de las 7:30 am. Todo perfecto, llegamos a la central y abordamos el camión hacia Divisadero.

Llegamos aproximadamente a las 10:30 am a Divisadero, nos dirigimos a los puestos de comida para almorzar. Me comí tres gorditas, dos de maíz azul y una de maíz blanco. De allí nos trasladamos al mirador a la Barranca de uno de los hoteles que están al borde del precipicio, la vista es más que espectacular, nos tomamos algunas fotografías y nos fuimos a una tienda a comprar agua y lo último que nos hiciera falta.


Después de comprar las cosas, nos dirigimos a la caseta para pagar nuestra entrada al Parque Barrancas del Cobre y de allí nos fuimos caminando hasta la estación del teleférico. Llegamos a las 12:15, al llegar, me dio mucho gusto ver a Carlos Hernández, un gran amigo originario de la región donde vivo. Nos explicó por dónde bajar y nos hizo algunas recomendaciones. También conocí a Jorge Muñoz, quien labora en el Parque y también es originario de Nuevo Casas Grandes.
Sergio dejó su cámara de video encargada en el restaurant del parque, ya que no tenía caso andarla cargando, pues no funcionó de último momento.
Sin más pendientes, era hora de iniciar el descenso, el reloj marcaba las 12:45 pm, el GPS nos marcaba una altitud de 2200 msnm, en el cielo había algunas nubes, más no parecía que nos fuera a llover. Por el lado oeste de la estación del teleférico es el lugar para bajar, cruzamos por un orificio que es para desagüe cuando llueve y salimos de la cerca del Parque. A unos cuantos pasos, encontramos la primera dificultad, una bajada muy empinada. Nos quitamos las mochilas y bajamos con mucho cuidado.

Hay un sendero que para hacer menos difícil el descenso/ascenso, va en zigzag. Comenzábamos así la bajada, dando pasos cortos y seguros para no forzar demasiado las piernas.

Al poco caminar, estábamos pasando a un lado de la pista de ciclismo extremo de downhill. A cada momento escuchábamos el zumbido que las tirolesas hacen por la fricción con el cable, la que más me llamó la atención es la Zip Rider, la cual es la más larga. No dejábamos de maravillarnos de la imponencia  de la Barranca, por algo es tan visitada, a cada rato nos deteníamos a apreciar la majestuosidad, bueno, también para descansar.

Volteábamos a ver la primera estación, de la cual poco a poco nos alejábamos, llegamos a un caserío disperso, una población Rarámuri llamada Bacajípare, en la cual hay un pequeño museo atendido por indígenas. Luego llegamos a un arroyo que llevaba poca agua, a una parte del bosque, hacia el norte del cerro, que contrastaba bellamente con el encantador azul del cielo Chihuahuense. Al cruzar ese arroyo, comenzamos un ascenso, posiblemente de unos 200 mts de desnivel a lo mucho, nos sorprendió ver a un Rarámuri que subió trotando, mientras que nosotros íbamos subiendo muy, pero muy lento. Por fin llegamos a la parte alta de esa montaña, ahí fue el lugar elegido para pasar la primer noche de campamento, la tarde se estaba poniendo fresca y Luis no llegaba, le había dado un fuerte y doloroso calambre en una pierna, aunque Sergio y Álvaro habían ido a ayudarle, se negó a aceptar la ayuda ¡ese orgullo!.


Antes de armar nuestras casas de acampar y preparar nuestro dormitorio, estuvimos disfrutando del atardecer y observando aves. Y por supuesto, nos merecíamos una rica cena que en estos lugares tan inhóspitos, nos pareció preparada por las manos expertas de un chef.




Lunes 31 marzo

En la mañana, ansiosos por querer caminar y llegar a nuestra meta, nos levantamos temprano, anduvimos observando aves un rato, en eso, me di cuenta que la pila de la cámara casi se había descargado ¡no puede ser! Fui a la segunda estación del teleférico a ver si de casualidad tenían tomacorrientes. Si tenían, y el guardia velador, un rarámuri bastante amistoso, me guio hasta ellos y estuvimos platicando por más de una hora mientras la pila se cargaba.
Me trasladé para el campamento, con los muchachos, y de ahí comenzamos inmediatamente el descenso, después del primer día de haber caminado, y un poco adoloridos, sentíamos como funciona cada músculo de la pierna, en verdad que no deja de sorprenderme el maravilloso cuerpo que tenemos, quizá no le prestamos atención a esto, pues nos parece de lo más normal.


Carlos Hernández, nos había dicho que muy cerca de un huerto de naranjos hay un manantial, así que íbamos muy pendientes de encontrarlo. Antes de llegar a el, pasaron unas cotorras serranas muy cerca de nosotros, aunque tan rápido, que ni tiempo nos dieron para fotografiarlas.
Allí estaba a nuestra vista el huerto, de la vereda principal, hay una que se desvía hacia el huerto, a lado izquierdo, por ella nos fuimos y llegamos, ya desde un rato antes, íbamos escuchando el sonido de agua, pensábamos que era el Río Urique que de seguro iba crecido, pero no, era un arroyo de agua cristalina que a unos metros del huerto tiene una pequeña caída de agua, seguramente es lo que produce el sonido. Seguimos el arroyo corriente arriba para llegar hasta el o los manantiales de donde nace esa agua, que al tocarla, está tibia. Subimos la roca en donde se hace la caída e inmediatamente hay como una tinaja, lugar que mis compañeros aprovecharon para bañarse, yo seguí caminando hasta que localicé los manantiales. Al cabo de unos minutos, habíamos llenado unas botellas con agua y le añadimos una gota de cloro para desinfectarla. Allí dejamos la mayoría de las botellas, para llevárnoslas de regreso, durante el ascenso.

Continuamos por otro sendero, no por el principal que habíamos dejado para ir al huerto, a lado derecho del huerto, y apenas notorio, va otro sendero. Lo seguimos y de pronto, nos llenamos de enorme alegría, pues ante nuestros ojos estaba el Río Urique, estimamos que en unos 40 minutos llegaríamos al fondo. Y si, aproximadamente ese tiempo hicimos.

Al llegar al fondo, los gritos de júbilo no se hicieron esperar ¡uuuuujjjuuuuuuu, llegamos! Al otro lado del Río, vimos un banco de arena que nos hacía la cordial invitación para acampar ahí, no nos gusta hacernos del rogar y aceptamos la invitación, los muchachos inmediatamente cruzaron y se fueron a la arena. Por mi parte, antes de cruzar, di una caminada corriente arriba. Cuando faltaba como una hora para que se oscureciera, me regresé, para llegar con los chicos de día. Pero antes, me bañé en el arroyo de donde habíamos cargado agua, si, el del huerto, que allí ya no estaba el agua tibia, aunque no estaba muy fría tampoco. Me vestí y crucé el Río, que no llevaba casi agua, las partes con más profundidad, el agua me llegaba a la mitad entre la rodilla y la cintura. Este Río es considerado nivel V para práctica de rafting, y hasta donde tengo entendido, nadie lo ha navegado completo.

Al cabo de unos cuantos minutos, llegué con los muchachos, quienes estaban acostados sobre la arena, parecía que estaban en alguna playa del caribe y en verdad, estaba un clima excelente. El GPS nos marcó una altitud de 948 msnm.

Estuvimos un rato en una rica plática, hasta que el cansancio empezó a ganarnos y a dormir. Luis había manifestado su preocupación por acampar allí, pues consideraba que estábamos muy cerca del Río y en caso que este creciera, nos podría llevar. Si tenía razón, sin embargo consideramos poco probable que eso sucediera, ya que no es época de lluvia en marzo y no había casi nubes. Yo si dormí como todo un angelito ¿será porque lo soy? Pero Luis nos platicó que se había despertado a media noche, exaltado porque estaba soñando que el Río crecía, incluso hasta sintió el agua en su bolsa de dormir… ah olvidaba contarles que él durmió a la intemperie.


Martes 1 de abril

Por la mañana, con un poco de viento fresco, abrí la puerta de mi casa de acampar y saqué mis pies, y así me estuve por muy buen rato, escuchando el canto de las aves y el murmurar del río. Luego de desayunar y guardar todo en la mochila, cruzamos de nuevo el río, despidiéndonos del fondo de la barranca, el reloj marcaba las 8:00 am.

Así comenzábamos el ascenso, pasos cortos y muy seguros. Nuestro propósito fue estar en la segunda estación del teleférico, antes de las 5:00 pm, con la idea de abordarlo. A medio día aproximadamente, pasamos por las botellas con agua que habíamos dejado en el huerto, y continuamos nuestra caminata, poco a poco seguíamos avanzando, de vez en vez, volteábamos a ver lo que habíamos recorrido, eran como las 4:00 pm cuando llegamos por fin a la segunda estación ¡por fin! Justo nos encontramos a Jorge ¿lo recuerdan? Y nos avisó que el teleférico estaba por arrancar, así que nos dirigimos a donde estaba haciendo fila el grupo de gente, y lo abordamos, la vista desde el interior es extraordinaria.

Llegamos a la estación principal, nos tomamos algunas fotografías y nos fuimos a los puestos de comida, pues “la tripa grande se quería comer a la chica”.

No nos podíamos retirar de tan mágico lugar, sin subirnos a la super famosa Piedra Volada (espero que mi madre no lea esto), así lo hicimos, nos dirigimos a ese “adrenalínico lugar”. Quien le tenga miedo a las alturas, definitivamente ni siquiera debe intentar arrimarse, aparte de la altura del precipicio ¡la piedra se mueve!

Muy cerca de ahí esperamos a Carlos Hernández, quien amablemente nos ofreció su casa en Areponápuchi para hospedarnos. Dando así por finalizada nuestra aventura al fondo de la Barranca del Cobre, más no de la región, pues de allí nos fuimos a Rekowata y otros lugares cerca de Creel, pero esa, esa es otra historia. 

Por: Elias Ramos
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